INSOMNIO


   Marcos llega y se sienta a su lado. La azotea está sola como de costumbre, la noche oscura, una capa de nubes en lo alto y una leve brisa fría resoplando; la Luna es un vago recuerdo de días más felices. Marcos lanza un suspiro al aire mientras se sienta en el ya desgastado y viejo mueble. Ambas miradas se cruzan en total silencio, miradas de entendimiento que no ameritan palabras que expliquen el momento.
   Pasan los segundos y Daniel inhala el humo de ese curioso cigarrillo cuyas cenizas se amontonan en el suelo junto a las de otros cinco; Marcos enciende uno y exhala la primera bocanada de humo. Las miradas se pierden en el lejano horizonte de la ciudad, sus titilantes luces brillan armoniosas dando muestras claras de una ciudad siempre despierta; el lejano sonido de una ambulancia es un leve susurro que alerta al subconsciente. Ya los cigarros están llegando a su fin, por más que lo quieran no serán eternos.

    - ¿Cómo te sientes? -pregunta irremediablemente Marcos al ver la colilla del cigarro de su compañero caer a unos tantos centímetros sus pies.

   Daniel lo ve con una pequeña sonrisa en su rostro, una sonrisa más de afabilidad que de sinceridad; cambia esa mueca al tiempo que asiente aseverando su tranquilidad; Marcos sin remedio le devuelve una sonrisa antes de inhalar nuevamente de su cigarro.
   Ambos suspiran casi al unisono, los gritos de la ambulancia ya han cayado, el rugido de tal cuál automovil y motocicleta retumba en las cercanías. El cielo se había comenzado a abrir y algunas curiosas estrellas se han asomado para ver la escena, que para ellas era inquietante e interesante.

    - ¿Amor? ¿Eso es lo que quieres? -su tono es tranquilo, demasiado tranquilo, tanto que obliga a Daniel a levantar el rostro y verle esa peculiar sonrisa que tanto conoce.

   Se ve obligado a igualar el gesto pues lo ha atrapado sin escudos. Aparta su mirada y la da al negro suelo, con los codos en sus rodillas y sus ojos fijos entre sus pies, segundos pasan de inactividad. Suspira y se lanza en el sofá para dar la mirada a la ciudad y a las encantadas estrellas.

    - Pues... ¿acaso alguien quiere algo distinto? -dice con una serena seriedad, incluso su tono y gestos demuestran diversión y nostalgia-. En esta vida, llena de desidia y odio, el amor es lo único que le da sentido a cada día ¿no es así? -Daniel permanece en silencio-. Ya sea amor por la madre, por el o la amante o incluso por un simple dulce, el amor es eso que abunda en aquellos lugares que ningún humano se digna a lanzar su mirada, pero, curiosamente es eso  que todos buscamos -hace una pausa-, lo buscamos de la misma manera que un ciego busca el color -ambos permanecen en silencio con tantas cosas en la cabeza que las palabras no son capaces de alcanzar al pensamiento-. Incluso a veces, como tanto nos ha pasado, lo buscamos torpemente, con ingenuidades propias de la emoción o, por que no, de la novatada -sonríe con claridad-, pero ya lo que está hecho no se puede remoldear, así que eso ya solo sería una roca más que nos haga tropezar o bien podríamos tomarla para construir el camino que nos lleve hasta la meta deseada, meta impulsada claro, por el amor.

   En el rostro de Marcos se nota una sonrisa seguida de un resoplo, lanza la última bocanada a su cigarrillo y lanza la colilla lejos.

    - Nada más que decir -comenta y rodea a su amigo con su brazo, dejandole la mano izquierda en el hombro derecho.

   Ambos permanecen tranquilos sintiendo el frío aumentar conforme el tiempo convierte la noche en madrugada. La brisa, siempre presente, ha ahuyentado casi a totalidad las blancas nubes y dejó al descubierto aquel firmamento que está y todas las ciudades tratan de igualar y que solo son capaces de imitar.

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