ESTADOS DE ÁNIMO I


   Camino con mi cabeza vacía y mis oídos zumbando, pasó el umbral de mi habitación y sigo mi paso en exceso apesadumbrado hacia la sala de estar. El departamento está más silencioso de lo que alguna vez estuvo o de lo que yo pueda recordar, el murmullo de la ciudad apenas logra traspasar las oscuras cortinas que bloquean la luz del sol, éste quiere a como dé lugar entrar y llenar las penumbras de los rincones de mi hogar con su cálida y esperanzadora cabellera; es un alivio que las cortinas sean mis cómplices.
   Levanto mi mirada y allí está el sofá, mi meta, mi nuevo refugio mental. Mis pies se arrastran por el frío piso tomando esa temperatura hasta más no poder, mis piernas están débiles, mis brazos igual y ni hablar de mi ser. Me sostengo de un momento de la pared tomando el coraje para seguir adelante, para tomar la marcha sin más pausas. El polvillo ligero flota tranquilamente entre cuadros de momentos felices y obsequios melancólicos, danza en remolinos desde la cocina hasta el balcón,  se posa sin recatos sobre muebles y plantas de gran verdor y vigor. Doy un paso más.
   Mis párpados caen a la mitad, mi cabello negro se precipita desordenado por mi rostro; mi congoja no puede ser mayor.
    Llegó por fin, caigo de espalda ya sin fuerzas para sostenerme en pie, siento la reconfortante y suave tela del sofá rozando mi piel con delicadeza, con un excesivo esfuerzo recojo mis piernas rodeandolas con mis brazos mientras las primeras lágrimas comienzan a correrme por las enrojecidas mejillas, los primeros sonidos que lanza mi boca llegan a mis oídos produciendo más lágrimas, es el perfecto sonido de la desesperanza y impotencia. Vuelvo a lanzar un sollozo y siento de nuevo ese dolor.
   Veo hacia la recamara y encuentro con la mirada un pequeño rastro de la tragedia. Me veo en el recuerdo y siento mis ropas rasgadas, siento la fiereza con que sucedió, los hematomas por todo mi cuerpo son la muestra claras de mi rechazo pero ello no fue suficiente. Otro par de lagrimas caen.
    La mañana está en marcha y el mundo sigue girando sin pausa, las nubes corren tranquilas al ritmo que el viento les marca y el sol se levanta triunfante pues ha destruido el oscuro manto que atrapaba a los incautos. Él está ignorante de lo realmente sucede mientras está sobre todos y más aún, cuando está ausente.
    Una mosca imprudente se posa sobre mi hombro, un ave canta desde el árbol frente a mi balcón, nada ha cambiado allá afuera, cosa que ya no puedo decir yo; esa chica que era ya no será más, hoy aquella yo ha muerto y así no lo desee hoy nació otra.

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