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ESTADOS DE ÁNIMO II

   Un nuevo día comienza, una mañana serena y tranquila, de brisa suave y fresca que acerca las nubes grisáceas y bajas a aquellas altas y violáceas, a aquellas de rostro sonrojado que miran con agrado el despertar de los humanos y se maravillan expectantes con el agradable cantar de las aves que le dan la bienvenida a este nuevo día.    Los segundos pasan incontables, los minutos esperan pacientes su llegada y disfrutan plenamente su existencia pues en sesenta de los primeros morirán, pero mueren dichosos de haber formado parte de esta mañana.    Las hojas de los árboles se menean galantes al emanar su aura revitalizante, visten su refrescante color armoniosamente para seducir a los ojos cautos y atentos; sus padres firmes, haciendo frente al frío que trae consigo aquella brisa que arrastra nubes.    La ciudad despierta, los perros duermen aún, los autos comienzan a hacer ruido por doquier, la estela rosa del cielo va desapareciendo, y de a poco el etéreo manto azul del fir

DE NOCHE

   Hay momentos en la vida, inesperados y trascendentales, donde las preocupaciones desaparecen seguidas de esa emoción llamada alegría, donde el pilar de la felicidad está ausente, donde la doctrina de una buena vida no es más que un aura oscura en la que los ojos se pierden por horas cuan náufrago sin encontrar algo que realmente sirva para explicar. La razón pierde sentido y los impulsos emocionales nada tienen que aportar en donde el cuerpo permanece inalterable, la mente vagabunda y las palabras ausentes.    Solo un eco da consuelo, notas suaves y voces gratas y cónsonas con ese espectro momentáneo que rasga con gentileza las paredes internas del pecho donde se aloja, en el que encuentra refugio en los aquellos días en los que la dicha es abundante.    Ropa desordenada tirada en el suelo, la música rebotando en las paredes, el sonido de tal cual auto penetrando a través de los sucios cristales de la ventana, una mosca molesta que trata, sin acierto, de sacarme de mi intro

ESTADOS DE ÁNIMO I

   Camino con mi cabeza vacía y mis oídos zumbando, pasó el umbral de mi habitación y sigo mi paso en exceso apesadumbrado hacia la sala de estar. El departamento está más silencioso de lo que alguna vez estuvo o de lo que yo pueda recordar, el murmullo de la ciudad apenas logra traspasar las oscuras cortinas que bloquean la luz del sol, éste quiere a como dé lugar entrar y llenar las penumbras de los rincones de mi hogar con su cálida y esperanzadora cabellera; es un alivio que las cortinas sean mis cómplices.    Levanto mi mirada y allí está el sofá, mi meta, mi nuevo refugio mental. Mis pies se arrastran por el frío piso tomando esa temperatura hasta más no poder, mis piernas están débiles, mis brazos igual y ni hablar de mi ser. Me sostengo de un momento de la pared tomando el coraje para seguir adelante, para tomar la marcha sin más pausas. El polvillo ligero flota tranquilamente entre cuadros de momentos felices y obsequios melancólicos, danza en remolinos desde la cocina has

INSOMNIO

   Marcos llega y se sienta a su lado. La azotea está sola como de costumbre, la noche oscura, una capa de nubes en lo alto y una leve brisa fría resoplando; la Luna es un vago recuerdo de días más felices. Marcos lanza un suspiro al aire mientras se sienta en el ya desgastado y viejo mueble. Ambas miradas se cruzan en total silencio, miradas de entendimiento que no ameritan palabras que expliquen el momento.    Pasan los segundos y Daniel inhala el humo de ese curioso cigarrillo cuyas cenizas se amontonan en el suelo junto a las de otros cinco; Marcos enciende uno y exhala la primera bocanada de humo. Las miradas se pierden en el lejano horizonte de la ciudad, sus titilantes luces brillan armoniosas dando muestras claras de una ciudad siempre despierta; el lejano sonido de una ambulancia es un leve susurro que alerta al subconsciente. Ya los cigarros están llegando a su fin, por más que lo quieran no serán eternos.     - ¿Cómo te sientes? -pregunta irremediablemente Marcos al

RETORNO

       Una brisa cálida hace que algunas hojas marchitas y otras en plena vida se desprendan de las ramas de los árboles y caigan cuan copos de nieve. Una de ellas, atrevida y sin recatos, una de las más secas, golpea su rostro en una suave caricia que le hace salir de su mente y levantar la mirada del suelo en donde llevaba mas tiempo del que le pareció; el sendero al lado de los arboles y matorrales se alejaba elegante y majestuoso, los rayos de sol atravesaban por entre las ranuras que dejaban las frondosas ramas, el camino de piedras dejadas al descuido zigzagueba un poco y se alejaba hacia el horizonte sin perderse en alguna curva y dejando por sus costados infinidad de caminos alternativos; un roedor pasó a prisa deteniéndose un instante en medio del camino, las aves cantaban alegres por el hermoso día, las nubes viajaban sumisas por el etéreo cielo azul, el aura de ese día en particular era esplendida.        Mientras todo pasaba una pequeña capa de agua salada cristalizaba